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martes, 30 de enero de 2018

Mariposas (II)

La medicina veterinaria se encarga de prevenir y curar las enfermedades de los animales. Su ámbito es amplio y cubre todas las especies, tanto domésticas como silvestres, pero, por lo general, nadie se ocupa de los insectos cuando están enfermos o heridos.

Esta es la historia de una mariposa herida que tuvo mejor suerte.

Romy McCloskey, de Texas, es una joven diseñadora de ropa aficionada a criar mariposas. Cada vez que encuentra orugas en su jardín, las recoge y cuida para que sufran su metamorfosis a salvo de depredadores y otras amenazas. Cuando las mariposas salen de sus crisálidas, las deja ir.

Un día, una mariposa monarca salió de su capullo con sus alas derechas rasgadas por lo que nunca podría volar ni sobrevivir. Pensó que la mantendría dentro y la alimentaría hasta que muriera. Una amiga le mandó un vídeo en el que se explicaba la forma en la que se podía arreglar las alas a una mariposa y decidió intentarlo. Contaba con las alas de una mariposa que había muerto unos días antes.

Romy relató paso a paso la operación de “trasplante” y subió las fotografías a Imgur el día diez de enero.

Utilizó una toalla, una percha metálica, pegamento, tijeras, un palillo, un bastoncillo de algodón, pinzas y polvos de talco.

Sujetó a la mariposa con la percha de alambre y con cuidado le cortó la parte dañada de sus alas. Este proceso no es doloroso, es como cortarse el pelo o las uñas, pues noy hay sensibilidad alguna en la zona.

Con paciencia y trabajando con gran destreza, la joven pegó las piezas del ala de la mariposa que había muerto. Después, las roció con un poco de talco para evitar que las alas se pegaran entre sí.

Tras un día de descanso, la alimentó con néctar casero y la sacó al jardín. La mariposa se marchó volando.

La afición y el cariño de Romy McCloskey por las mariposas le viene porque, hace casi veinte años, su madre, antes de morir, le dijo que cada vez que viese una mariposa recordara que estaba a su lado y que la amaba. Romy no quiso depender de encuentros con mariposas y decidió cuidarlas.


jueves, 25 de enero de 2018

Color “verde constancia”

“Verde que te quiero verde” (que diría Federico García Lorca). Verde agua, verde jade, verde turquesa, verde esmeralda, verde menta, verde limón, verde olivo, verde manzana, verde pistacho, verde militar, verde botella…

A mí uno de los verdes que más me gusta es el “verde esperanza” porque está lleno de ilusión, pero, puestos a elegir, prefiero el “verde constancia”, pues es el verde con el que es más fácil conseguir las cosas.

En junio de 2017, la FAD, Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, lanzó una campaña de sensibilización social frente al consumo de drogas en la que el esfuerzo y la constancia se perfilan como valores necesarios para que nuestros jóvenes se integren y vivan adecuadamente en una sociedad que, en los últimos años, a causa de la crisis económica, no se lo ha puesto fácil.

En la campaña, realizada por la agencia de publicidad “Publicis”, que desde enero de 2015 colabora de manera completamente desinteresada con la FAD, se toma como punto de partida la contraposición entre dos colores: el “verde esperanza” y el “verde constancia”.

El tradicional color “verde esperanza” consiste básicamente en desear que las cosas pasen, en esperar conseguirlas. Sin embargo, la constancia es un factor clave para conseguir un objetivo o cambiar de actitud. El “verde constancia” es más de hacer, hacer, hacer y hacer hasta que por fin consigues lo que quieres.

El objetivo de la campaña “Verde constancia”, que se incluye dentro de la línea “Construye", es invitar a los jóvenes a reflexionar sobre la importancia de construir un proyecto vital, de “llenar” su vida de objetivos, metas y retos, en cuya consecución la constancia tiene un papel fundamental. Todo ello con el fin de que sean personas autónomas y no “dependientes” de nada que condicione e invada su tiempo de ocio, sus relaciones sociales, sus posibilidades de futuro, que afecte sus relaciones familiares o su desarrollo profesional. La constancia y el esfuerzo les permiten, además, valorar las cosas, lo que cuestan en términos de dedicación y sacrificio.



sábado, 20 de enero de 2018

Rumiadores mentales

Fuente: “Deja de quejarte y libérate” de Brenda Barnaby.

Una persona es rumiadora mental cuando piensa de manera reiterada y obsesiva la misma cuestión. Gran cantidad de personas padece este problema.

Consiste en estar minutos, horas, días, semanas, hasta meses, dándole vueltas a uno o varios pensamientos, pero sin hallar una solución. Solo se trata de estar concentrados en un tema, pero sin resolverlo.

El mecanismo funciona así: nos hallamos inmersos en una circunstancia que nos preocupa o fastidia, entonces pensamos en ello, una, otra y otra vez… Protestamos, nos enojamos, criticamos y, a veces, nos culpamos. La salida o no se busca o no se encuentra y seguimos con lo mismo.

Es un malestar que nos absorbe, nos deprime o nos pone irascibles. A veces se detiene cuando aparece una dificultad de mayores dimensiones, pero si no es así, difícilmente lo borraremos de nuestra mente.

Este carácter obsesivo es tan perturbador que nos anula o nos debilita para hacer otras actividades o tener otros pensamientos. Sabemos que estas actitudes nos consumen la energía que necesitamos para proyectos, juegos, risas, lecturas y, sin embargo, perseveramos. Es decir, ponemos todos nuestros recursos cognitivos y emocionales a disposición de uno o dos problemas y esto nos deja sin capacidad para emprender otras actividades.

Esto, inevitablemente, nos lleva al tema de imponernos distracciones y enfocarnos en otras cuestiones y para ello se necesitan dos elementos: refuerzo de la voluntad y educación de la mente. Con ellos nos será posible instrumentar el cambio.

No hay gurú, libro, chamán o medicamento que tenga más poder que la voluntad. Cualquier cambio que deseemos hacer, por pequeño que sea, requiere de esa fuerza interna superadora y renovadora. A la voluntad es preciso activarla y para ello, es vital no dejarse llevar por la inercia, ser decididos, tener disciplina y esforzarse. En ello tendremos que aplicar mucha de nuestra energía, pero, con el tiempo, iremos cambiado este hábito de dejarnos llevar por nuestros pensamientos rumiadores.


domingo, 14 de enero de 2018

Tiempo para disfrutar

Fuente: “Resultados extraordinarios” de Bernardo Stamateas.

Hoy en día corremos para todo: para ir a trabajar, para comer… Corremos, incluso, para ir a dormir.

Esta forma de vida, sin darnos cuenta, nos desgasta y ocasiona un agotamiento físico, mental y espiritual que no desaparece ni siquiera cuando llegamos a casa.

Estar todo el tiempo con el pie en el acelerador nos encierra en una trampa en la que el estrés es el protagonista de lo que nos sucede. Esta conocida enfermedad del siglo afecta a las emociones, a la salud y a la productividad, sea cual sea la función que desempeñemos. Pero a pesar de ello, nadie quiere ni parece estar dispuesto a pisar el freno. Siempre hay que hacer algo más… y nunca tendremos tiempo, porque seguiremos incrementando la lista de obligaciones.

A este ritmo, nuestro cuerpo va a rendir menos y con un mayor porcentaje de dificultades y errores producidos por el cansancio. El agotamiento nos debilita, nos consume, nos anula y nuestra originalidad se desvanece.

El tiempo del que disponemos es también para ir al cine, leer un libro, estar con amigos, con la familia, descansar o dormir, por qué no, una buena y placentera siesta. Y todo esto, será una parte importante del buen uso, administración y rendimiento del tiempo porque, una vez que hayamos descansado el tiempo necesario, los problemas ya no se verán tan importantes; tampoco sentiremos que es imposible encontrarles solución como cuando pretendemos resolverlos estando agotados.

Además, el ocio y la recreación son necesarios para pensar con más claridad, con mayor discernimiento y, cuando nuestra mente está distendida, nacen las mejores ideas y proyectos.


martes, 9 de enero de 2018

Compartir nuestros problemas

Fuente: “Tu fuerza interior” de Bernardo Stamateas.

Cualquiera que sea el ámbito en que nos movamos, a diario nos encontramos con personas complicadas que, más que tener problemas, son problemáticas. Estas son algunas de las características de las personas que carecen de sencillez:

- Complican lo simple y hacen un mundo de algo sin importancia.

- Viven con angustia permanente.

- Tienen miedos exagerados. Para ellas, todo es catastrófico.

- Allí donde van llevan conflictos.

- No saben disfrutar de la vida, porque la mayoría de las veces escogen tener una mala actitud.

- Culpan a los demás, pero nunca a ellas mismas.

- Son fanfarronas. Se creen mejores que los demás.

- Cambian permanentemente de humor. En un momento están contentas y locuaces y al siguiente están de mal humor y calladas.

- Niegan que tienen problemas porque no quieren que la gente se entere de que les va mal. Ocultan la verdad y se muestran siempre bien.

- Les encanta el chismorreo. Suelen llevar y traer cotilleos. Se enteran de todo y cuentan todo.

En mayor o menor medida, todos tenemos estas neurosis que son yugos mentales que nos atan y no nos dejan avanzar. Todos los seres humanos llevamos cargas con emociones muy pesadas. A veces, son cargas de palabras que nunca llegamos a pronunciar, sensaciones que se tienen reprimidas y no logramos soltar... Otras veces, vamos por la vida cargando recuerdos que nos agobian y nos lastimaron. Es fundamental quitar esas cargas que nos convierten en personas complicadas y nos dañan a nivel emocional y físico.

Cuando llevamos una carga sobre nuestros hombros, nunca deberíamos aislarnos. La carga no es en sí el problema (somos más fuertes de lo que creemos), sino mantenerlo en secreto. Los problemas no enferman, lo que enferma es hacerlos un secreto. Deberíamos compartir lo que nos sucede con alguien de confianza. El hecho de poder compartir una dificultad nos alivia la carga grandemente. No nos coloquemos una fachada de superhombre o supermujer y aprendamos a compartir los problemas en nuestro entorno íntimo. Reconocer nuestro conflicto nos da fuerza interior para avanzar en la vida con más fuerza. Abramos nuestro corazón y, una vez que lo hagamos, a pesar de las emociones negativas que nos abrumen, sorprendentemente hallaremos la fuerza para actuar. Mientras hay vida, siempre hay caminos para seguir creciendo.


jueves, 4 de enero de 2018

La carta del elfo

El pasado día 23 de diciembre, sábado, quedamos algunos miembros de mi familia para merendar en una cafetería y dar, después, un paseo por el centro de la ciudad, engalanado con el alumbrado de Navidad. En una de sus calles principales, nos encontramos con Papá Noël que, aparte de preguntar a los más pequeños por su comportamiento durante el año, les obsequió con algunas golosinas. Le acompañaba uno de sus elfos. Supongo que se trataba de Alabastro Snowball (Bola de nieve), el administrador de las cartas de los niños en Navidad, porque me hizo entrega de un misterioso sobre “lacrado” con una pegatina circular roja que mostraba una carita sonriente y, dirigiéndose a los pequeños, que quedaron muy impresionados, les dijo que tenían mucha suerte por ir acompañados por una persona tan importante y guapa como yo…

¡Buenooooooo…! ¡Cómo para no abrir el sobre!

Dentro, había una carta en la que alguien me aseguraba no querer venderme nada y, agradeciéndome de antemano que perdiera unos minutos de mi valioso tiempo leyéndola, me deseaba un día feliz y me pedía que, si su lectura conseguía aflorar alguna emoción en mi corazón, tuviera algún pequeño detalle que hiciera mejorar el día de otra persona.

Esta entrada, permitídmelo, constituye ese pequeño detalle. Os resumo lo que decía la carta. Me he permitido ordenar un poco el mensaje que, creo, trataba de transmitir. Tal vez, quien la escribió tenía algunas dificultades para traducir a nuestro idioma.

«Puede que hoy sea un día en el que pienses que nada tiene sentido, que no eres nadie. Créeme: te equivocas. Independientemente del dinero, el puesto o la fama que tengas, tú eres alguien importante. Eres una pieza del engranaje que marca el rumbo del universo. Piensa cuántos acontecimientos, por mínimos que sean, han tenido que ocurrir para que hayas nacido, incluso para que hoy estés leyendo esta carta.

No te preocupes, un día así forma parte de nuestra naturaleza y significa que estás vivo. Cree en ti y no dudes de tu potencial en ningún momento. No hay nada en contra de ti. No pienses demasiado en lo que hiciste o en lo que dejaste de hacer. No te angusties. Todos cometemos errores. Simplemente aprende y corrígelos. En esta vida no se pierde ni se fracasa: se aprende.

Sonríe como si fueras un niño de cinco años. Deja que vuelva ese espíritu en el que uno se cree rey o reina del mundo y que todo lo puede. Haz cosas que te diviertan. Deja rencores. Reconcíliate. Pide perdón o perdona. Respeta, empatiza, ama, enseña, lucha, ofrece y recibe ayuda… Dile a la gente que la quieres y, sobre todo, quiérete a ti mismo.

Recuerda que un superhéroe es la persona que se levanta cada día con ganas de vivir y disfrutar de este mundo».

Al final de la carta, su autor, que dice ser un ser humano apodado “Paapameelmu”, expresa su deseo de cambiar el mundo, a mejor, paso a paso, con pequeños detalles que cambien vidas.

En la fría y plácida tarde, víspera de Nochebuena, no sé a cuántos adultos, importantes y guapos, entregó la carta el elfo de Papá Noël. Los elfos son seres mágicos... No sé... Tal vez sabía que yo publicaría esta entrada. Nada ocurre por casualidad.