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jueves, 9 de febrero de 2017

Yo confieso...

Cuando alguien me pregunta los años que tengo, le contesto que no lo sé. Puedo decirle los años que he vivido, pero desconozco los años que tengo porque esos son, en realidad, los que me quedan por vivir.

Hoy cumplo 55 años. Cuando comience el nuevo curso escolar, el 1 de septiembre, si Dios lo quiere, podré reducir dos horas mi jornada lectiva semanal. Cuando la Administración empieza a tener consideraciones con sus funcionarios por razón de edad... ¡Ojo, avizor!


Fuentes: “Al sur de la razón” de Juan José Benítez, “Déjame que te cuente” de Jorge Bucay y “Los secretos que jamás te contaron” de Albert Espinosa.

Una de las acepciones o significados de la palabra “confesar” es expresar voluntariamente los actos, ideas o sentimientos verdaderos.

Pues bien, ante Dios y ante los hombres...

 “Let it go” (Déjalo ir). Banda sonora de “Frozen”. Arreglo orquestal de Mike Anderson.

Yo confieso...

Que, aunque sé que el lenguaje distorsiona y arruina la realidad y que un silencio vale más que mil palabras, hablo demasiado y no sé guardar silencio.

Que uno de mis peores errores es proclamar mi verdad.

Que no sé o no quiero olvidar. Me cuesta mucho olvidar a los canallas, a los hipócritas, a los mentirosos y a los ingratos.

Que un día me planté y dije “basta”:

Basta de correr, de ir con prisa.

Basta de aspirar a ser la mejor.

Basta de sufrir por lo que piensan otros.

Basta de justificarme con palabras.

Basta de la tiranía de los débiles.

Basta de miedos que obstruyan mi vida, me paralicen, me debiliten y me hagan sufrir desgarrada e inútilmente.

Que mi mundo es “real”, normal y corriente, pero he creado una forma de vivir con la que puedo disfrutar de la vida. Para conseguirlo, cambio lo que haya que cambiar, consigo que no se desmorone lo que deba preservar y recorro los caminos que tenga que explorar. El coste en tiempo, energía, dedicación, dolor y pérdidas no es pequeño.

Que creo intensa y profundamente en Dios y lo busco; que un día, hace algún tiempo, elegí confiar en su voluntad e inicié un viaje sin retorno... Sin dogmas. Para ese viaje no necesito las alforjas de la religión.

Que, desde ese día, disfruto de muchos días de “cielos despejados”; que la luz en mi corazón es casi permanente; que, a veces, mi alma se oscurece y lo veo todo rojo (ira) o negro (tristeza) y me cuesta aceptar los hechos; que cuando recupero la visión me pregunto por qué y no lo sé. Supongo que porque soy un ser humano y aún estoy en el camino.

Que, desde entonces, no me compadezco de mí misma, los problemas han descendido al lugar que se merecen, he aprendido a aceptar la muerte como algo inevitable y, lejos de sentirme derrotada, he encontrado la forma de reconducir mis energías para superar las situaciones que la vida me pone día a día.

Que, aunque el cielo me ha dado y me da muchas personas que me ayudan a vivir, sé que mi existencia es una aventura solitaria.

Que nunca he perdido a las personas a las que amé y ya se marcharon. Al contrario, ahora las llevo dentro de mí y sus pérdidas fueron y son ganancias.

Que cuando creo que mi vida ha cobrado sentido, cuando logro conocer las respuestas, llega el universo y me cambia las preguntas porque, ahora lo sé, en eso consiste vivir.

Que ya he vivido suficiente...

Ahora me toca disfrutar.


1 comentario

  1. Gracias por tu "confesión" , me inspira y me identifico con ella. Disfrutemos de la vida. Un saludo

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