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sábado, 10 de mayo de 2014

El escarabajo pelotero

Cuento para niños y no tan niños


Fuente: “Historias de la otra tierra” de Paloma Orozco Amorós.

«Estaba harto. El escarabajo pelotero estaba harto. Su vida le parecía ruin y mezquina. No encontraba sentido a su trabajo. Eso de estar de sol a sol cargando con aquella inmensa pelota a su espalda no le hacía gracia. Y, además, ¡qué pelota! ¡Una pelota de estiércol, ramitas, lodo y arenisca! Si por lo menos transportara flores o piedrecitas de colores o incluso conchas y caracolas…

Muy de mañana comenzaba su labor. Agrupaba con sus patas el estiércol y lo amasaba hasta formar una pelota compacta a la que añadía briznas de pajitas y gavilla. Luego se echaba el espeso ovillo a su espalda y lo llevaba a un lugar oscuro dentro de su refugio, una galería subterránea en la profundidad húmeda de la tierra. Y así una y otra vez.

Sus padres estaban francamente preocupados por la actitud de su hijo ante lo que ellos consideraban un importante trabajo. Así la madre decidió llevarle a ver al escarabajo “Aegyptiorum”, un escarabajo muy versado en historia y filosofía, que vivía en una especie de estructura piramidal hecha de ramas en la parte más oscura del bosque.

—¿Es un escarabajo “melancholicus”? —preguntó—. Porque tiene una cara de insatisfacción que no es normal.

—No, es un escarabajo pelotero común —contestó su madre.

El escarabajo “Aegyptiorum” consideró, ante la gravedad de la situación, que el escarabajo pelotero debía quedarse con él cierto tiempo, el suficiente para que pudieran charlar.

—¿Qué es lo que te pasa hijo? —Preguntó el escarabajo sabio.

—Mi vida no tiene sentido. Me niego a seguir rodando bolas de excrementos por los senderos del bosque. Mis patas se cansan y mi ancha cabeza no soporta el peso de la inmundicia.

El escarabajo “Aegyptiorum” habló, sus palabras resonaron como ecos apagados que se perdían en épocas pasadas y resonaron en los oídos del atento alumno abriéndole los ojos a la verdad:

—Desciendes de la familia de los lamelicornios, de la tribu de los escarabídeos. Eres un Geotrupe estercorarius. Llevas la marca del mundo en tu tórax verde metálico y brillante. Los antiguos egipcios adoraban a los de nuestra raza, éramos signo de veneración y objeto de culto. ¿Y sabes por qué? Pues porque esa bola que tú desprecias y te niegas a cargar simboliza la señal de las revoluciones del mundo y de la luna.

Cuando llegue el momento, dentro de esa pelota inmunda pondrás un huevo que quedará rodeado de las partes más delicadas de la esfera, para que la larvita al nacer encuentre el alimento más conveniente y nutritivo para desarrollarse.

Eres un emblema de vida nueva, de un ser engendrado por sí mismo. Como ves, tu trabajo no es tan sucio ni tan insignificante. Representas una porción del mundo, de sus cambios. Cumples una misión fundamental: la de crear a partir de la nada.

El escarabajo pelotero no sabía qué decir, estaba completamente anonadado. Jamás pensó en su origen ni en su linaje. Nunca se preguntó por la última causa de su labor. Ahora conocía el fin, ahora sabía que su trabajo era muy importante. Al fin y al cabo, ¿qué era sino un pequeño hacedor que llevaba sobre sí la carga de un universo diminuto que a su vez engendraba otro y otro…?

Y se puso a pensar que acaso fuera lo mismo que hacía el Creador: soportar sobre sus hombros el peso del mundo».


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