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miércoles, 8 de diciembre de 2010

Cuando el Día de la Madre se celebraba el día 8 de diciembre

Cuando yo nací, el día de la madre se celebraba el día 8 de diciembre, festividad de la Inmaculada Concepción. En los primeros años sesenta, por iniciativa de una cadena de grandes almacenes (Galerías Preciados), se celebra también el Día de la Madre el primer domingo de mayo. Las dos fechas, mayo y diciembre, conviven hasta que, en 1965, las autoridades eclesiásticas optan por celebrar la fiesta en mayo, dentro del mes consagrado a la Virgen, para recuperar el auténtico carácter de la fiesta de la Inmaculada.

En mi casa, como en otras muchas, era costumbre comprar una bonita tarjeta con la que todos, incluido mi padre, felicitábamos a mi madre. No había para más. Tampoco había “necesidad” de más.

La más antigua que conservamos es del año 1955 y está escrita por mi hermana mayor que tenía 6 años y era la única que sabía hacerlo. “Firmaban” 4 hijos y todavía faltábamos dos por nacer.

En 1962, ya “firmábamos” todos: “los seis capullos” a los que hace mención una de las poesías de más abajo.

Estas tarjetas están ya escritas, con preciosa caligrafía, por mi hermano mayor que, líder de la tropa, escribía, en nombre de todos, estas encantadoras, tiernas e inocentes poesías:

“En este ramo de flores
fuimos a poner las manos
y en un hermoso capullo
nuestro corazón ha quedado.
No lo hemos querido sacar,
que va dentro de una flor
para entregarse en tus brazos
mamita del corazón”.

“Palomitas que voláis
entre jazmines y violetas
decir si queréis llevar
a mamá nuestra tarjeta
y si os pregunta quién sois
le tenéis que contestar
que somos sus cuatro hijos
que no la podemos olvidar”.

“Mamita, con que fruición,
con qué entusiasta alegría
vi amanecer este día,
mamita del corazón.
Hoy es tu santo ¿no es eso?
¿y qué darte podré yo?
¿Mi corazón? ¡Cómo no!
Te lo entrego con este beso.
En este beso, mamá,
van cerradas mis albricias,
mi cariño, mis caricias,
todo lo que el alma da.
Que te veamos viejecita
muchos años. Muchos años
sin penas ni desengaños
son nuestros deseos, mamá”.

Balcón rodeado por seis rosas
“Lo mismo que estos capullos
se lucen en el balcón,
a ti te lucen tus hijos
dentro de tu corazón.
¿De quién son estos seis capullos
que se crían en un primaveral?
Contestamos con orgullo
somos de... (nombre de mi madre)
porque estamos orgullosos
de nuestra madre adorada
que ella se quita la vida
por sus hijitos del alma.

Cuando seamos mayores
y podamos trabajar
te pondremos la casita
como esta preciosa postal.
Qué alegría tienen las flores
y qué olor tan admirable
pero mayor es la nuestra
en el día de la madre.
Qué alegría tan inmensa
el poder felicitar
con esta postal y un beso
a nuestra querida mamá”.

“Si tuviéramos dinero
para felicitarte en este día,
te compraría un palacio
y en un trono te pondría
y aunque no tenemos dinero,
madre de nuestro amor,
tienes un trono muy grande
dentro de nuestro corazón
y es tanto lo que te queremos,
madrecita del amor,
que en este ramo de flores
llevas nuestro corazón”.

Cada vez que leo estas poesías se me conmueve lo más profundo de mi ser porque fue él, mi hermano mayor, el único que no pudo ver a mi madre hacerse vieja y fue precisamente su pérdida, la causa de la gran pena de mi madre durante el resto de su vida.

Tal como dice la poesía, siempre estuvimos orgullosos de nuestra adorada madre que se quitó la vida por sus hijos.

Nunca le compramos una casa como la de la postal ni un palacio, pero sí le pusimos un trono muy grande en nuestros corazones. Para siempre.



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