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miércoles, 25 de febrero de 2015

Ser persona

Fuente: “El camino de la autodependencia” de Jorge Bucay.

La palabra persona procede de la expresión “per sonare” (para darle sonido). Es una palabra heredada del teatro griego y designa al que le pone palabras a la máscara, es decir, al actor que está detrás de la máscara que representa al personaje.

Somos seres humanos, tal vez individuos, pero ser persona es mucho más. Según la psicoterapeuta estadounidense Virginia Satir en su libro “En contacto íntimo”, para ser persona tenemos que concedernos cinco permisos:

● El permiso de ser quien soy, en lugar de ser lo que los demás quieren que sea.

● El permiso de sentir lo que siento, en vez de sentir lo que otros sentirían en mi lugar.

● El permiso de pensar lo que pienso y el derecho de decirlo, si quiero, o de callármelo, si es que así me conviene.

● El permiso de correr los riesgos que yo decida correr, con la única condición de hacerme responsable de ello.

● El permiso de buscar lo que yo creo que necesito sin esperar a que los otros se ocupen de ello.

Si no me concedo estos permisos, jugaré a ser una persona, pero en realidad me quedaré en el personaje. Esto no es una acusación: ser persona no es obligatorio.

Cuando amamos creemos que el otro tiene que ser como yo me imagino, tiene que sentir por mí lo que yo siento por él, tiene que pensar en mí tanto como yo quiero, no tiene que correr riesgos que amenacen la relación y tiene que pedirme a mí lo que él quiere para que sea yo quien se lo alcance... Pero este amor esclavizante, mezquino y cruel no es un amor entre adultos.

Ninguno de estos permisos incluye mi derecho a que otro sea como yo quiero, a que otro sienta como yo siento, a que otro piense lo que a mí me conviene, a que otro no corra ningún riesgo porque yo no quiero que lo corra, o a que otro me pida permiso para tener lo que necesita.

Estos permisos no pueden incluir el deseo de que el otro no sea una persona. El hecho de yo ser persona, me compromete a defender que tú y todos lo sean.

El proceso de ser persona —vivo y aprendo, vivo y maduro, vivo y crezco— se termina el día en que uno se muere. Hasta entonces, uno puede seguir creciendo y ser cada vez más consciente de sí mismo.


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