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lunes, 13 de octubre de 2014

Cualidades del amor

Fuente: “Una llamada al amor” de Anthony de Mello.

Contempla con asombro la bondad absoluta de la rosa, de la lámpara, del árbol, porque en ellos tienes la imagen de lo que sucede con el amor…

La primera cualidad del amor es su carácter indiscriminado.

Fíjate en una rosa: ¿puede acaso decir la rosa: “Voy a ofrecer mi fragancia a las buenas personas y negársela a las malas”? ¿Puedes imaginar una lámpara que niegue sus rayos a un individuo perverso que trate de caminar por su luz? Observa cómo el árbol ofrece indiscriminadamente su sombra a todos, buenos y malos, jóvenes y viejos, altos y bajos, hombres y animales… incluso a quien pretende cortarlo y echarlo abajo.

La segunda cualidad del amor es su gratuidad.

Al igual que el árbol, la rosa o la lámpara, el amor da sin pedir nada a cambio. ¡Cómo despreciamos al hombre que se casa con una mujer, no por las cualidades que ésta pueda tener, sino por el dinero que aporta como dote! De ese hombre decimos que no ama a la mujer, sino el beneficio económico que ésta le procura. Pero ¿acaso nuestro amor se diferencia algo de ese hombre cuando buscamos compañía de quienes nos resultan emocionalmente gratificantes y evitamos la de quienes no lo son o cuando nos sentimos positivamente inclinados hacia quienes nos dan lo que deseamos y responden a nuestras expectativas, mientras abrigamos sentimientos negativos o mera indiferencia hacia quienes no son así?

La tercera cualidad del amor es su falta absoluta de auto-consciencia, su espontaneidad.

El amor disfruta de tal modo amando que no tiene la menor consciencia de sí mismo. La lámpara brilla sin pensar si beneficia o no a alguien. La rosa difunde su fragancia simplemente porque no puede hacer otra cosa, independientemente de que haya o deje de haber alguien que disfrute de ella; lo mismo ocurre con el árbol que ofrece su sombra. Por tanto, no tienen consciencia de poseer mérito alguno o de hacer bien. La luz, la fragancia y la sombra no se producen porque haya alguien cerca, ni desaparecen cuando no hay nadie, sino que, al igual que el amor, existen con independencia de las personas.

Y la cuarta y última cualidad del amor es su libertad.

Fíjate cómo la rosa, el árbol y la lámpara te dejan completamente libre. El árbol no va a hacer el menor esfuerzo por arrastrarte hacia su sombra cuando corras el riesgo de sufrir una insolación y la lámpara no va a ensanchar su haz de luz para que no tropieces en la oscuridad.

Piensa en la coacción a la que tú mismo te sometes cuando, para comprar el amor y aprobación de los demás o, simplemente, para no perderles, tratas de responder a sus expectativas. “Libertad” no es más que otra palabra para referirse al amor y en el mismo momento en que entran en juego la coacción, el control o el conflicto, muere la natural capacidad de amar.


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