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domingo, 14 de abril de 2013

Los más ricos del planeta

“Fortune” es una revista de negocios especialmente conocida por su publicación de rankings de riqueza, mejores compañías para trabajar y todo tipo de estudios relacionados con el mundo de las finanzas. Fue fundada en febrero de 1930, cuatro meses después el crack de Wall Street.

En esta entrada, se recoge un artículo del escritor y periodista mexicano Armando Fuentes Aguirre, conocido con el seudónimo de Catón, en el que se propone demandar a la revista “Fortune”...

«Me propongo demandar a la revista “Fortune”, pues me hizo víctima de una omisión inexplicable. Resulta que publicó la lista de los hombres más ricos del planeta y en esta lista no aparezco yo. Aparecen, sí, el sultán de Brunei, los herederos de Sam Walton y Takichiro Mori. Figuran personalidades como la Reina Isabel de Inglaterra, Stavros Niarkos y los mexicanos Carlos Slim y Emilio Azcárraga. Sin embargo, a mí no me menciona la revista. Y yo soy un hombre rico, inmensamente rico. Y si no, vean ustedes:

Tengo vida, que recibí no sé por qué, y salud, que conservo no sé cómo.

Tengo una familia; esposa adorable que, al entregarme su vida, me dio lo mejor de la mía; hijos maravillosos de quienes no he recibido sino felicidad y nietos con los cuales ejerzo una nueva y gozosa paternidad.

Tengo hermanos que son como mis amigos y amigos que son como mis hermanos.

Tengo gente que me ama con sinceridad, a pesar de mis defectos y a la que yo amo con sinceridad, a pesar de mis defectos.

Tengo cuatro lectores a los que cada día les doy gracias porque leen bien lo que yo escribo mal.

Tengo una casa y, en ella, muchos libros (mi esposa diría que tengo muchos libros y, entre ellos, una casa).

Poseo un pedacito del mundo en la forma de un huerto que cada año me da manzanas que habrían acortado aún más la presencia de Adán y Eva en el Paraíso.

Tengo un perro que no se va a dormir hasta que llego y que me recibe como si fuera yo el dueño de los cielos y la tierra.

Tengo ojos que ven y oídos que oyen; pies que caminan y manos que acarician; cerebro que piensa cosas que a otros se les habían ocurrido ya, pero que a mí no se me habían ocurrido nunca.

Soy dueño de la común herencia de los hombres: alegrías para disfrutarlas y penas para hermanarme a los que sufren.

Y tengo fe en Dios que guarda para mí infinito amor.

¿Puede haber mayores riquezas que las mías?

¿Por qué, entonces, no me puso la revista “Fortune” en la lista de los hombres más ricos del planeta?».


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